El cubano Iván Pedroso, prócer del salto en largo, anunció su retiro a los 34 años.
Al tipo siempre le gustó el atletismo, desde chico. Pudo haber sido saltador en alto o mediofondista. Pero en 1985, el profe Milán Matos vio algo en ese flaquito habanero de 13 años y mediana estatura y lo convenció para probar en el salto en largo. La pegó. En 1991, con 19, era bronce en los Panamericanos en su ciudad natal, certamen que ganaría luego en tres oportunidades; una, en Mar del Plata 95.
En mundiales, la cosecha de nueve oros largó en el indoor de Toronto 93. Luego haría doblete (bajo techo y abierto) en 95, 97, 99 y 01.
En 1995, Iván el Terrible vivió su gran frustración: en la pista italiana de Sestriere saltó 8,96 metros, superando en un centímetro el récord mundial del estadounidense Mike Powell. Tras meses de debate, la Federación Internacional de Atletismo decidió que un árbitro se había parado frente al medidor de viento, por lo que la marca carecía de validez. Pedroso, que se sintió íntimamente robado, nunca repetiría oficialmente ese registro (su marca top fue de 8,71) pero superó los nueve metros varias veces en entrenamientos.
La revancha llegaría un lustro más tarde, en el estadio olímpico de Sydney. Atrás del local Jai Taurima al llegar al último salto, el cubano voló y pasó al aussie por seis centímetros: 8,55 metros y oro al cuello.
Desde allí, una serie de lesiones influyeron en su andar y no se clasificó para el Mundial de Osaka, dos meses atrás. Ayer, con el perfil bajo de siempre, desde el diario Juventud Rebelde avisó que deja las pistas. Como un grande.